Perros vagabundos…
Perros vagabundos, que pasean por las calles del mundo
entero huyendo de su propio destino sin saber que, en algún momento, tras el
giro en una de las esquinas, se encontrarán con un cartel de “calle cortada”…
Tantos como razas existen… Aún recuerdo la primera vez que
reconocí a uno de ellos. Contaba con la corta edad de 14 años. Fino pantalón
blanco y camiseta oscura, sentada en un muro que separaba la realidad de los
sueños. Una libreta en mi mano y mis primeras letras, mis primeros cuentos… Se
mezclaban el azul oscuro del mar con el negro del cielo. La música, al igual
que esta noche, me transportaba raramente al silencio más puro... Yo sola con
mis palabras, mis lágrimas, mis letras…una brisa distinta a la del mar me
acarició la nuca…Así aparecen ellos! Sin avisar, en el momento más vulnerable…y
arrasan con todo. Su aliento me rozó el cuello, y aún hoy no decir si quemaba o
helaba… Mientras decía un simple “hola” que pude leer en sus labios ya se había
hecho un hueco en mi…MURO…Sentado a mi lado, como si el sitio hubiera estado
preparado para él, me quité los cascos, mis brazos quedaron como muertos sobre
el papel, giré un poco la cabeza y ahí estaba él... No diré su nombre, ni el de
ninguno de los que se cruzaron por mi vida ya que eso es lo que buscan en este
mundo, han decidido no ser de nadie…sin nombre, sin correa, sin dueño…
No sé como no percibí su alma salvaje desde el primer
momento… supongo que es otra de las características que todos tienen en común.
Las palabras brotaban de nuestras bocas como escupidas. Los dos sentados frente
al mar, su pelo, movido por el viento cálido propio de las islas, me acariciaba
haciéndome sentir en paz…Y entonces lo pude sentir: mi ALMA. Algunos creen y
otros no. Yo puedo asegurar que existe, que se puede tocar, que se le puede
hacer cosquillas o heridas…y que pesa. Se recostó sobre mi hombro y soñamos
juntos, sin conocernos…yo sabía quién era él y él sabía quién era yo…Echo la
vista a ese momento y ahora parece que lo entiendo todo… MI ALMA AL AIRE…por
primera vez…lo dí todo…mi vida. No sabía que era la maldad, el dolor, el
sufrimiento por amor…reí, soñé, canté, escribí, jugué…MI ALMA AL AIRE…Nos
veíamos todas las noches. Él también era nuevo en esto y se dejó llevar. Pero
su instinto asaltó en el momento menos esperado. Una de nuestras noches en las
que compartíamos sueños, cuando se acercaba el alba, se levantó y se marchó. No
dije nada. Ni una sola palabra salió de mi boca. No entendía lo que estaba
pasando. Se fue. Simplemente.
Años después paseo por una calle del centro de mi pueblo. Es
de noche, pero aquí el cielo negro se diferencia perfectamente del asfalto, los
coches, las luces de la calle…una brisa distinta me acaricia el cuello…Así
aparecen ellos! Sin avisar, en el momento más vulnerable…y arrasan con todo.
Antes de poder decir un simple “hola” ya estoy sonriendo. “Qué haces aquí? Tu
no perteneces esta ciudad!”- “Yo no pertenezco a ningún sitio y lo sabes…pero
ahora estoy a tu lado, no?”- sus
palabras, al mismo tiempo arañan que sanan. Se le ve tan desorientado,
desvalido…solo. Me hace sentir tan importante a su lado… Nos sentamos en las
escaleras del callejón de al lado. La basura está tirada por el suelo. Se
acomoda en mis piernas buscando el calor. Parece que tiene un hueco preparado
para él! Y las palabras salen de nuestras bocas como escupidas. Hablamos de un
futuro juntos, soñamos con niños corriendo por nuestra casa, con un hogar
salpicado por el sol. Soñamos con paseos
en coche hacia el fin del mundo, con ir descalzos juntos por el asfalto, con
una noche en la playa, con botellas llenas de mensajes de amor, con baúles
llenos de objetos pequeños, con noches de cuadros y libros… Soñamos con veinte
grados en Enero, con un lugar donde la gente duerme para dejarnos solos, con parar
un coche tras un túnel para fotografiar montañas doradas, con cielos de color
púrpura… Soñamos con Paris y Florencia, con coger un tren a cualquier parte,
con hablar con la luna… Se para el tiempo y parece que lo que hablamos lo
vivimos. Aún no sabría decir si fue real o no… si se pudo vivir todo eso en tan
solo una noche… Pero se quedó grabado a fuego…ilusión o realidad tan solo
separadas por aquel muro donde nos cruzamos por primera vez.
Cuando la noche quiso abandonarnos tú te levantaste y
callamos, callamos para siempre. Te fuiste para así seguir escondido entre las
sombras. Te fuiste como si tan sólo hubiéramos pasado una noche juntos pero
habiéndome hecho heridas de toda una vida. Esa es la diferencia entre tu y yo…
sabes como creerte que tan solo duró un
instante lo que para el resto puede significar una vida.
Mientras te escapabas por el callejón te grité “Eh! Te
ofrezco un hogar, una familia, un sitio caliente donde dormir, la cena cada
noche junto a mi, un abrazo siempre que necesites, soñar cada noche juntos,
donde quieras, cuando quieras y cuanto quieras…te ofrezco…mi vida…” te diste la
vuelta y seguiste tu camino. Te rogué (porque rogar no es de cobardes ni de
desesperados, simplemente es suena más fuerte que un grito) “Quédate conmigo”. No,
no echaste la vista atrás. Y, sabes qué? Te equivocaste…porque tenías un sitio
preparado junto a mi…no encontrarás otro. Vagabundearas solo creyendo que estás
acompañado. Mirarás tras las ventanas de las casas añorando y envidiando
aquello que un día te ofrecí. Yo, mientras, me acostaré cada noche, con la
ventana abierta, esperando que un día llegues a mi calle y mientras rebuscas
entre la basura veas mi ventana, te acerques, y una brisa distinta me roce el
cuello…y aparezcas! Sin avisar, en el momento más vulnerable…mientras sueño…y
arrases con todo de nuevo…
Perros vagabundos, que pasean por las calles del mundo
entero huyendo de su propio destino sin saber que, en algún momento, tras el
giro en una de las esquinas, se encontrarán con un cartel de “calle cortada”…