…Vendetta…
A salitre y tinta
resultó ser el sabor de la venganza, y descubrí que la sal escuece en las heridas
y que la tinta puede tatuar el alma…
Sí, fui yo quien acudió en tu búsqueda, así que no puedo
culparte absolutamente de nada. No puedo culparte de dañarme, de marcarme, de
no darme más. Fui yo la que prometió que esta vez sería lo suficientemente
fuerte. Perdona, pensé que tenía el corazón lo suficientemente roto como para
no arroparte.
Ahora, cuándo me siento capaz de ser “algo” objetiva, no
termino de diferenciar si te busqué, como yo misma te dije, para ser mi
vendetta o en realidad fue una excusa más para volver a ti. Igual, simplemente
mi vendetta pretendía ser hacia ti, hacia el que por primera vez me hizo
estremecer y retorcer de dolor. Quizás el que alguien me rompiera el corazón
tan solo me recordó la vez en que tu me
lo DESTROZASTE y por eso tu nombre vino a mi cabeza de golpe…aún no lo tengo
claro…
Tan sólo una pregunta: “puedes venir?”. El resto de la
conversación es mejor no recordarla. A ti siempre te ha gustado el JUEGO. No
tardaste en aceptar.
A mi cabeza vienen imágenes en blanco y negro como si de una
película tratase. Llego a esa puerta y me quedo pegada, escondida, junto al
telefonillo. “de verdad soy capaz de hacerlo?”. Inspiro fuerte para tratar de
relajarme. El corazón me late a mil por hora, exactamente igual que la primera
vez que crucé ese umbral. Toco el telefonillo. “Sube”. Las mismas palabras,
para que alargarlo más… Cruzo hacia dentro y se me saltan las lágrimas. Sé que
ya no hay vuelta atrás. He entrado en la boca del lobo. Esas escaleras de
madera torcidas se me hacen eternas mientras me vienen las imágenes y
sensaciones de la primera vez que las pisé. Parece que estoy subiendo al
torreón de un castillo y tan solo son dos plantas de un antiguo edificio del
centro. Llego sin aliento a tu puerta…me convenzo de que es porque he subido
andando… Me di la vuelta dos veces, pero estaba ya demasiado cerca. La puerta estaba encajada. Parece ser que
Alastor (el Dios de la Venganza) tiene un ritual marcado. Empujo la puerta,
conozco el camino a la habitación azul de memoria. Mis piernas avanzan
solas…traidoras! Como me hacéis esto? Después de tantos años juntas, seguís
traicionando a mi corazón?. La habitación ha cambiado un poco…se nota que ella
se fue…pero sigue teniendo su esencia; color del mar en sus paredes,
estanterías llenas de libros y la cama al fondo. Me esperas apoyado en una de
las columnas junto a la cama y sonríes…bueno…te ríes. Supongo que pensaste que
no iría, que no era tan…valiente? Supongo que mi cara mostraba el mismo
nerviosismo que la primera vez que estuvimos juntos y que tan solo tu conocías.
Pero tu risa me hace subir la cabeza y avanzar hasta donde estás. Me cuesta
abrir la boca para besarte, pero no por falta de ganas sino por la rabia que
aprieta fuerte mis dientes. Rabia por volver a tus brazos, rabia porque la
perra que llevo dentro de mi ha ganado la batalla, rabia porque él fue quien me
lanzó a tus brazos, porque mis ganas de venganza me iban a pasar factura y lo
sabía.
Te muerdo al principio. Eso ya pasó la primera vez que
nuestras bocas se encontraron, pero esta vez yo no soy la dulce niña que quiere
probar lo prohibido, esta vez soy yo el tiburón y tu mi presa. Esta vez soy yo
la que escribe el relato. Esta vez soy yo la masoca que esta deseando probar si
de verdad el agua de mar sobre la herida escuece o cura.
Ahora yo llevo las
riendas y soy yo la que decide y la que agarra con fuerza y brusquedad. Un par de veces intentas tomar tu el mando, como
hacías antes, pero no te dejo. Vengo con las ideas claras y el alma empañada. Agarro
tu pelo para guiar tu boca y que no escape de mis dientes. Te siento sobre la
cama para subirme sobre ti y seguir comiéndote a besos. Te ríes y juegas, me
dices que he cambiado…de verdad no te diste cuenta de que no abrí los ojos en
ningún momento? Eso debería haber bastado para que entendieses que seguía
siendo la misma, que seguía siendo yo la presa. Presa de acudir al diablo
cuando algo me dolía, presa de echarme a los leones cuando la rabia me
consumía, presa de buscar venganza en el estómago del tiburón…
Dirijo yo tus manos, escojo la luz, me desvisto yo hasta
donde yo quiero…pretendo hacerte ver que esta vez no eres tú quien decide, y
sin embargo estoy en tu cama…irónico, verdad? Esta vez hablas tú mientras
yo trato de concentrarme en ser quien no
soy. Mientras trato de recordar lo que me había llevado hasta tus brazos. Saboreo
cada centímetro tuyo, llevo nuestros cuerpos por donde quiero y tu te dejas.
No tengo claro cuál fue el punto de inflexión de esa noche.
Creo que fue el que olieses como siempre…noté un pellizco en el estómago que me
hizo abrir los ojos y verte…NO! Cierra los ojos tonta! Concéntrate en el dolor
y la rabia! me grité, pero era demasiado tarde. Al abrirlos me veo reflejada en
los tuyos y toda mi fuerza se desvanece. Tu lo sabes. Cualquier fiera puede
oler el miedo en sus presas y ya no puedo ocultarlo. Cierro los ojos de nuevo
tratando de tomar el control y actúo con más fuerza y agresividad mientras las
lágrimas se escapan entre las pestañas de mis ojos fruncidos. De pronto la
bestia despierta. El juego se ha vuelto más interesante para ti y tus brazos se
pelean con los míos. Pareces más grande. Ahora es cuando soy consciente de que
me estabas dejando saborear mi venganza haciéndome creer fuerte. Me has echado
sobre la cama y ahora tu manejas las sábanas. Tus manos apresan las mías hasta
doler.
De golpe vuelvo a aquella tarde de Mayo de hace ya cuatro
años.
“Un capricho de última hora?” preguntas bajo tu siempre
cruel sonrisa. “no, tan solo has sido mi Vendetta.” Te respondo. Y tras aquel
ritual de salida parecido al de entrada, salgo de aquella casa. Las escaleras
ya no parecen largas y, al contrario que antes, no me paro ni un segundo hasta
llegar a mi casa como si fuera aquella princesa que siempre quise ser,
corriendo escaleras abajo antes de volver a transformarme en quien era en
realidad. Sólo que no soy exactamente igual que en el cuento…a mi no me sigue
el príncipe, huyo de mí misma y…llevo los dos zapatos.
…para superar su daño me fui en busca de alguien que me
hiriese más fuerte, y ambos sabemos que ese solo podías ser tú…
A salitre y tinta
resultó ser el sabor de la venganza, y descubrí que la sal escuece en las heridas
y que la tinta puede tatuar el alma…