lunes, 15 de abril de 2013

Perros vagabundos...

Perros vagabundos…


Perros vagabundos, que pasean por las calles del mundo entero huyendo de su propio destino sin saber que, en algún momento, tras el giro en una de las esquinas, se encontrarán con un cartel de “calle cortada”…


Tantos como razas existen… Aún recuerdo la primera vez que reconocí a uno de ellos. Contaba con la corta edad de 14 años. Fino pantalón blanco y camiseta oscura, sentada en un muro que separaba la realidad de los sueños. Una libreta en mi mano y mis primeras letras, mis primeros cuentos… Se mezclaban el azul oscuro del mar con el negro del cielo. La música, al igual que esta noche, me transportaba raramente al silencio más puro... Yo sola con mis palabras, mis lágrimas, mis letras…una brisa distinta a la del mar me acarició la nuca…Así aparecen ellos! Sin avisar, en el momento más vulnerable…y arrasan con todo. Su aliento me rozó el cuello, y aún hoy no decir si quemaba o helaba… Mientras decía un simple “hola” que pude leer en sus labios ya se había hecho un hueco en mi…MURO…Sentado a mi lado, como si el sitio hubiera estado preparado para él, me quité los cascos, mis brazos quedaron como muertos sobre el papel, giré un poco la cabeza y ahí estaba él... No diré su nombre, ni el de ninguno de los que se cruzaron por mi vida ya que eso es lo que buscan en este mundo, han decidido no ser de nadie…sin nombre, sin correa, sin dueño…
No sé como no percibí su alma salvaje desde el primer momento… supongo que es otra de las características que todos tienen en común. Las palabras brotaban de nuestras bocas como escupidas. Los dos sentados frente al mar, su pelo, movido por el viento cálido propio de las islas, me acariciaba haciéndome sentir en paz…Y entonces lo pude sentir: mi ALMA. Algunos creen y otros no. Yo puedo asegurar que existe, que se puede tocar, que se le puede hacer cosquillas o heridas…y que pesa. Se recostó sobre mi hombro y soñamos juntos, sin conocernos…yo sabía quién era él y él sabía quién era yo…Echo la vista a ese momento y ahora parece que lo entiendo todo… MI ALMA AL AIRE…por primera vez…lo dí todo…mi vida. No sabía que era la maldad, el dolor, el sufrimiento por amor…reí, soñé, canté, escribí, jugué…MI ALMA AL AIRE…Nos veíamos todas las noches. Él también era nuevo en esto y se dejó llevar. Pero su instinto asaltó en el momento menos esperado. Una de nuestras noches en las que compartíamos sueños, cuando se acercaba el alba, se levantó y se marchó. No dije nada. Ni una sola palabra salió de mi boca. No entendía lo que estaba pasando. Se fue. Simplemente.

Años después paseo por una calle del centro de mi pueblo. Es de noche, pero aquí el cielo negro se diferencia perfectamente del asfalto, los coches, las luces de la calle…una brisa distinta me acaricia el cuello…Así aparecen ellos! Sin avisar, en el momento más vulnerable…y arrasan con todo. Antes de poder decir un simple “hola” ya estoy sonriendo. “Qué haces aquí? Tu no perteneces esta ciudad!”- “Yo no pertenezco a ningún sitio y lo sabes…pero ahora estoy a tu lado, no?”-  sus palabras, al mismo tiempo arañan que sanan. Se le ve tan desorientado, desvalido…solo. Me hace sentir tan importante a su lado… Nos sentamos en las escaleras del callejón de al lado. La basura está tirada por el suelo. Se acomoda en mis piernas buscando el calor. Parece que tiene un hueco preparado para él! Y las palabras salen de nuestras bocas como escupidas. Hablamos de un futuro juntos, soñamos con niños corriendo por nuestra casa, con un hogar salpicado por el sol. Soñamos con  paseos en coche hacia el fin del mundo, con ir descalzos juntos por el asfalto, con una noche en la playa, con botellas llenas de mensajes de amor, con baúles llenos de objetos pequeños, con noches de cuadros y libros… Soñamos con veinte grados en Enero, con un lugar donde la gente duerme para dejarnos solos, con parar un coche tras un túnel para fotografiar montañas doradas, con cielos de color púrpura… Soñamos con Paris y Florencia, con coger un tren a cualquier parte, con hablar con la luna… Se para el tiempo y parece que lo que hablamos lo vivimos. Aún no sabría decir si fue real o no… si se pudo vivir todo eso en tan solo una noche… Pero se quedó grabado a fuego…ilusión o realidad tan solo separadas por aquel muro donde nos cruzamos por primera vez.
Cuando la noche quiso abandonarnos tú te levantaste y callamos, callamos para siempre. Te fuiste para así seguir escondido entre las sombras. Te fuiste como si tan sólo hubiéramos pasado una noche juntos pero habiéndome hecho heridas de toda una vida. Esa es la diferencia entre tu y yo… sabes como creerte que tan solo duró  un instante lo que para el resto puede significar una vida.
Mientras te escapabas por el callejón te grité “Eh! Te ofrezco un hogar, una familia, un sitio caliente donde dormir, la cena cada noche junto a mi, un abrazo siempre que necesites, soñar cada noche juntos, donde quieras, cuando quieras y cuanto quieras…te ofrezco…mi vida…” te diste la vuelta y seguiste tu camino. Te rogué (porque rogar no es de cobardes ni de desesperados, simplemente es suena más fuerte que un grito) “Quédate conmigo”. No, no echaste la vista atrás. Y, sabes qué? Te equivocaste…porque tenías un sitio preparado junto a mi…no encontrarás otro. Vagabundearas solo creyendo que estás acompañado. Mirarás tras las ventanas de las casas añorando y envidiando aquello que un día te ofrecí. Yo, mientras, me acostaré cada noche, con la ventana abierta, esperando que un día llegues a mi calle y mientras rebuscas entre la basura veas mi ventana, te acerques, y una brisa distinta me roce el cuello…y aparezcas! Sin avisar, en el momento más vulnerable…mientras sueño…y arrases con todo de nuevo…

Perros vagabundos, que pasean por las calles del mundo entero huyendo de su propio destino sin saber que, en algún momento, tras el giro en una de las esquinas, se encontrarán con un cartel de “calle cortada”…









viernes, 18 de enero de 2013

CUENTO COMPLETO: "Jugamos?"


1ª parte.“Jugamos??”    (un cuento para haceros soñar…)

Jugamos a que somos niños de nuevo y disponemos de una vida entera para alcanzar nuestros sueños?
Jugamos a que nos dejamos llevar por nuestros impulsos de nuevo?
Juguemos a que en este mundo solo estamos tú y yo…no hay nadie más en quien pensar. Tú puedes ser tú… mudo, porque estás lo suficientemente cerca como para traducir tu silencio; frío, porque tienes que compensar el calor que lleva tu sangre cuando eres libre…y yo puedo ser simplemente yo…clara, sin tener que callar mi voz, mis palabras, porque solo repercuten en ti; apasionada, porque ya no soy un títere manejada por los que me rodean.
Juguemos a que tu eres “Mudito”, pero esta vez no eres el enanito del cuento, sino un gigante que no puede ver lo que tiene a su alrededor desde su mundo en las alturas. Y yo soy una princesa, de piel blanca y ojos azules, pero esta vez no soy “Blancanieves”, sino la Princesa de Hielo, que hace tiempo gastó el calor que llevaba su sangre apasionada.
Donde tu vives, vagas sólo por las noches buscando alguien que llegue a tu altura. No sabes que un poco más abajo está todo lo que podrías desear. No sabes, que en ocasiones, pierdes lo bonito de la vida por querer algo siempre más grande, más valioso. Desconoces la belleza de que la luna ilumine tus noches porque te has acostumbrado a tenerla cerca, hace tiempo que no puedes mirar a nadie a los ojos, el olor de la vida no te llega estando ahí arriba. Estás solo aunque tengas el mundo en tus manos. Pero es que un día decidiste que: preferías no sentir nada para no sufrir. Entonces abriste la puerta a la soledad y tan sólo te alimentaste a base de egoísmo y superficialidad. Decidiste guardar más calor, cariño, amor, lágrimas y corazón del que cabe en un cuerpo humano, y por eso creciste hasta poder albergarlo todo sin tener que desprenderte jamás de uno solo de tus sentimientos. Te los guardaste todos para ti.
Mientras tanto, en ese diminuto mundo a tus pies al que jamás dedicabas ni una sola mirada de soslayo, yo me asomé una noche a la ventana para admirar el firmamento como siempre hacía, pero esta vez todo estaba oscuro. La luna no estaba! Había desaparecido… Me puse mi capa roja y salí a buscarla. Comencé a andar hacia el bosque porque desde la roca donde el lobo aúlla a la luna llena es imposible no verla. Tenía que estar ahí seguro. Hacía más frío de lo normal esa madrugada y me olvidé de calzarme antes de salir.
Conseguí  llegar a la roca del lobo, pero nada, la luna no estaba. Entonces oí un ruido tras de mí. El viejo lobo salió de entre las sombras y me dijo que ella no se había ido, podía sentirla, pero que había algo que la estaba tapando. Según me acercaba al extremo de la roca pude ver que mis pies se habían vuelto de color blanco. Llegué al barranco y entonces lo ví. Te ví. Eras tú quien tapaba la luz de luna. Acaso te creías lo suficientemente importante como para privarnos de su encanto? Te grité con todas mis fuerzas, pero mi voz era demasiado suave para que pudieras percibirla a tantos metros de distancia, tu no me oías. Mis piernas se volvieron de color blanco. Me acerqué a tus piernas y te golpeé con rabia hasta quedar sin aliento, pero tu no me sentías. Mis manos y brazos se volvieron blancos también. Entonces, destrozada por el esfuerzo y sabiendo que sería inútil cualquier cosa que hiciera, me eché en el suelo y comencé a llorar hasta quedarme dormida por el agotamiento.
No sé si fue algún resquicio de lo que quedaba de ti, pero cuando mi llanto alcanzó las estrellas fuiste capaz de escucharlo y se te enganchó en el pecho e hizo que echases la vista abajo. Me viste porque mi cuerpo ya era blanco, había perdido mi fuerza en intentar llamar tu atención. Te agachaste pensando que era algo valioso por mi brillo, pero tan sólo era yo. Ante la confusión decidiste llevarme contigo, ya comprobarías mi valor.
Me desperté en un palacio de oro, en una cama cubierta de las sábanas más suaves que jamás acariciaron mi piel. Todo en aquella habitación relucía. No podía existir mayor riqueza de la que había en tu castillo. Estabas sentado enfrente de mí y me mirabas con curiosidad. Mi cama te llegaba por las rodillas. Te pregunté tu nombre y entonces es cuando me di cuenta de que no podías hablar. Entonces te conté porque estaba en aquella roca dormida, te conté que la luna había desaparecido y que tenía que continuar mi viaje hasta dar con ella. Me ofreciste tu mano y sin saber porque confié en ti, me subí en ella y me acercaste al balcón. Ahí estaba! Y era la luna más grande que jamás había visto…un aire cálido se apoderó de mi cuerpo en segundos y mi piel comenzó a tornarse de color rosado. Tú sonreíste. Yo te miré y pude ver algo de bondad en ti.
Había encontrado el lugar desde donde la luna se veía más bonita de todo el mundo y su belleza y calor me hicieron quedarme en tu Palacio. Quería más. Los días pasaban rápido. Tu escuchabas mis historias sobre el mundo que teníamos bajo nuestros pies, y cada mañana, al levantarme, tenía la sensación de que te hacías un poquito más pequeño, estabas más cerca mío…pero aún no conseguía ver el color de tus ojos…
Una noche, ojeando uno de los libros de la habitación encontré la foto de una joven preciosa, una campesina, con un hombre de ojos azules que la abrazaba. Los dos se miraban con un amor que costaba imaginar de lo grande que parecía. Golpeaste a la puerta, te abrí y pudiste pasar sin tener que agacharte. Aún así no me miraste a la cara, te escondías tras tu melena. Me agarraste de la mano y me acompañaste al balcón, como hacíamos cada noche para ver la hermosa luna desde nuestra lujosa vida en las alturas.
Yo hablaba sin cesar, tu escuchabas como siempre, y, de pronto, tras meses sin echar la vista abajo…eché una mirada de soslayo a mi antiguo mundo, aquel del que apenas recordaba nada, y vi que miles de estrellas habían caído y se esparcían por el suelo! Que horror!!! Debía volver, tenía que arreglarlo, no podíamos destrozar la noche. Me agarraste del brazo para impedir que me fuera, pero yo tiraba fuerte, tenía que bajar. Me acercaste a ti, me aprestaste con fuerza contra tu cuerpo y me besaste. Por primera vez, descubrí tus ojos ,azules, repletos de vida, descubrí que eras el chico de la fotografía. Aquel que algún día amó de verdad, como hacía en este mismo instante. Aquel que dejó el amor de su vida por el lujo, la riqueza y la ambición. Aquel del que yo también me había enamorado… Pero tenía que volver, necesitaba volver. Prefería quedarme con un millón de estrellas pequeñitas aun sabiendo que me quedaría sin esa luna inmensa. “Lo siento” dije, “ estaré ahí abajo”. Tú tratabas de decirme algo, pero tu voz no conseguía salir. Se hacía tarde, tenía que marchar.
Según llegaba a mi mundo el frío era más intenso, los pasos me costaban más. Mi cuerpo iba perdiendo poco a poco el color. Y entonces me di cuenta de lo que estaba pasando. Aquellos puntos que brillaban no eran las estrellas, sino las personas que se habían vuelto de un blanco tan puro que deslumbraba. Al igual que yo, su esfuerzo por recuperar la luna les había hecho perder el calor de su sangre. Entonces se me ocurrió algo para hacer que todos los habitantes pudieran seguir con sus vidas a pesar de que la luna siguiese tapada. Les reuní a todos en la roca del lobo y les conté la historia del Eduardo el Gigante, que cambió las cosas realmente importantes por una vida repleta de lujo. Les expliqué que la luna era lo único que conseguía mantener vivo lo poco humano que quedaba en él, y que él la necesitaba más que nosotros. Entre todos, daríamos a la noche la luz que se llevó la luna gracias a nuestra piel blanca. Ese era el regalo de la luna por habernos esforzado tanto en encontrarla. Y así conseguimos levantar de nuevo nuestro mundo, ahora llamado la Ciudad de Hielo, no por ser fría, sino porque de tanto calor humano hacía falta algo que lo compensara.
Desde aquel día en que nos reunimos en aquella roca, una vez al mes, la luna aparece en su mayor esplendor y oímos unos aullidos desgarradores. Yo sé que es Eduardo, que no puede contener a la bestia que lleva dentro cuando nos presta su luna. Y sé que esos gritos no son más que todo el dolor que le hace tan grande, que le hace vivir en otro mundo, que guarda tras su silencio hasta que vuelve…la Luna Llena.

Desde entonces, cada noche, pienso…”pero si era nuestro juego, entonces...puedo ir a buscarte! puedo arrastrarte del brazo hasta mi mundo aunque para ello me vuelva casi transparente. Puedo cerrar tu boca con millones de besos para sosegar a la bestia que llevas dentro. Puedo darte todo el amor que un día perdiste por ser egoísta y romper el maleficio de no volver a encontrar en que creer. Puedo vivir contigo en este mundo oscuro porque tu esfuerzo y el mío nos han dado la luz suficiente. Puedes vivir conmigo mirándome a los ojos, a mi altura, porque en nuestro juego podemos estar solos tú y yo, sin pasado, sin dolor ni sufrimiento, sin ansias de poder."
Juguemos a que en este mundo solo estamos tú y yo…no hay nadie más en quien pensar. Tú puedes ser tú… mudo, porque estás lo suficientemente cerca como para traducir tu silencio; frío, porque tienes que compensar el calor que lleva tu sangre cuando eres libre…y yo puedo ser simplemente yo…clara, sin tener que callar mi voz, mis palabras, porque solo repercuten en ti; apasionada, porque ya no soy un títere manejada por los que me rodean.
Quién fuera niño…de momento me conformaré con salir al balcón las noches de Luna Llena y escuchar a mi gigante…
Jugamos??





2ª parte. Ludópatas de la vida. (Sigamos jugando…)

En el fondo tan sólo somos…unos Ludópatas de la vida.
Si le das una presa, el león de circo cazará. Si le abres la puerta, el pájaro se irá. Si juegas…sentirás!  Sufrirás, llorarás, pero tras cualquier pequeño triunfo…querrás volver a jugar.
Mi juego comienza cuando cierro los ojos, en cualquier lugar y en cualquier momento. Decido que estoy cansada de la rutina. Decido que estoy cansada del miedo que se empeña en paralizar mis sentidos. Y sé que es en ese preciso instante, cuando entro en mi juego,  el momento en que puedo ser quien yo quiera y hacer lo que yo desee o…cuando puedo ser yo en toda mi esencia.
Entonces me convierto en princesa presa, en vagabunda, en una mujer gladiadora, en un hada nocturna, en princesa de las tinieblas…y, elija lo que elija, siempre estás tú: mi pequeño gigante…has decidido jugar conmigo y no te voy a dejar escapar. Porque sin ti no hay juego. No me gustan los solitarios, nunca he sido capaz de ganarme a mí misma, demasiado…¿tramposa?
Y hoy…hoy quiero ser yo el diablo. Hoy no soy la que mueve las fichas blancas, no soy pequeña ni frágil. Hoy soy una amante del diablo a la que le han dado el poder de guiar tu alma por una sola noche. Si ese poder lo hubiera tenido cuando era inocente y miedosa…pero es que solo el diablo dispone de él!

Juego con tu alma, tú hoy no juegas… decido quitarte la luna, esa que acalla tus lamentos, y te vuelves débil al momento. Me encanta la noche. No hay luz que te guíe sin ese astro tan codiciado. Así que tan sólo puedes guiarte por mí, hasta mí. Y llegas a un pequeño castillo que nada tiene que ver con tu gran palacio dorado. Un castillo que más bien se asemeja a tus mazmorras. Las enredaderas cubren las piedras de mi hogar siniestro. Por el camino tus ojos se han ido acostumbrando a la oscuridad y eres capaz de ver la gran puerta de madera. No quieres entrar, deseas con todas tus ganas volver a tu luminoso palacio custodiado por la inmensidad de la luna. Pero echas la vista atrás y no encuentras camino alguno. Desesperado buscas refugio en los arbustos cercanos, no quieres entrar…no quieres sentir…
Pero no te has dado cuenta de que yo estoy en lo alto del ruinoso torreón. Esta vez puedo mirarte desde arriba aun siendo diminuta a tu lado. Y muevo tus hilos desde esa posición porque al fin he aprendido como puedo llamar tu atención. Hay algo que solo puedo darte esta noche. Con un giro rápido de muñeca alzo tu brazo para que golpees la puerta. Tiras fuerte en sentido contrario para escapar, pero no te has dado cuenta de que los hilos están hechos de alambre…fuiste tú el que me enseñaste que la dureza a veces es como esa tirada de dados que te hace ser el vencedor! Maestro de juegos superado por su alumna.
Llamas con fuerza, ¡la lucha es lo que tiene!…Y la puerta se abre. Atemorizado te tapas los ojos para no ver lo que te espera al otro lado. Giro de muñeca de nuevo y tus manos te dejan sin escudo. Mi risa suena hasta doler. Pero no soy el diablo amor, tan sólo una de sus amantes, ¿acaso no ves la diferencia con tanta oscuridad rodeándonos? Tan solo debes dejarte llevar, sentir…



Tras la puerta una luz lo invade todo, hasta el punto de alumbrar desde dentro de mi castillo tu camino de vuelta al gran palacio. Sólo tienes que girarte y…huir! Es fácil!
Suelto tus cables, los dejo caer. Eres libre pequeño gigante! Pero no te vas. No puedes irte ya que esa inmensa luz te atrae como si de tu polo opuesto se tratase. Notas como dejas de ser mi títere para ser el suyo. Tratas de entrar, pero…eres demasiado grande. Apenas cabe uno de tus brazos por la puerta. No dudas en meterlo para intentar alcanzarla.  “Ey! Pequeño gigante! No es tan difícil…” grito desde lo alto. Miras hacia arriba y me ves, tan blanca como siempre. Con solo mirarme a los ojos sabes de sobra lo que tienes que hacer. Tan sólo tienes que soltar algo de peso! Dejar salir todo el  calor, cariño, amor, lágrimas y corazón que guardaste de más en tu cuerpo cuando eras humano, a sabiendas de que ese cuerpo convertido en saco podía estallar en algún momento. Tan solo compartir alguno de tus sentimientos. Nada más. Así de sencillo y de complicado al mismo tiempo.
Tratas de abrir la boca, pero algo te lo impide. Esta vez no son mis cuerdas… Tampoco eres mudo, aunque hayas aprendido a vivir de ese modo. Lo que te falta realmente es valor…o algo que merezca la pena lo suficiente: La luna. Tienes la luna a tu alcance, a tan solo unas palabras, pero no puedes.

Metes tu brazo por la puerta y tratas de cogerla. Con la fuerza que haces mi castillo comienza a desquebrajarse, es viejo y está dañado. “maldito cabezota!” grito desde arriba. Son las seis y 17 de la mañana y el sol va a salir. Mi pacto con el diablo termina aquí. Lloro de impotencia por no haber alquilado mi alma por una noche más. Lloro de impotencia por no haber conseguido en esta noche que cruzaras la puerta. Me miras, pero no dices nada. Jamás dices nada! Vuelves a intentar llegar hasta tu luna, con más fuerza esta vez. Algunas rocas del torreón caen sobre tu espalda pero ni te enteras. Tu cuerpo no siente algo tan pequeño. Sale el sol. Un día nuevo. Bajo la luz el castillo tiene un encanto especial. Está cubierto de un manto verde decorado por lágrimas del rocío. Ya no se parece a tus mazmorras, más bien a tu precioso jardín. De pronto sientes algo frío sobre ti, gotas. Miras a lo alto del torreón pensando que son mis lágrimas, pero…el torreón ya no está. Lo tienes alrededor tuyo hecho añicos. Simplemente está lloviendo.
Ahora sí. Dejas de intentar alcanzar la luna y comienzas a apartar rocas que son como granos de azúcar en tus manos. Ves mi vestido negro asomar por un agujero. Está empapado, pero no por la lluvia…por tus lágrimas! ¿Así que resulta ser cierto eso de que no te das cuentas de lo que tienes hasta que lo pierdes? Te haces tan pequeño en tan poco tiempo… Tus lágrimas se mezclan con tus palabras que salen atropelladas tras años de silencio. Pareces tan frágil…eres como un niño, perdido. Ya no necesitas tu gran Palacio de oro, ni tu grandiosa luna. Tan sólo necesitas descansar un poco. Ser humano es agotador. Miras hacia la puerta. La maravillosa luz sigue ahí dentro. Entras. Ya cabes…de sobra. Desnudo, sin tus grandes ropas, sin tus joyas, sólo tú. Humano. Pasas por delante de la luz tapando el reflejo que es demasiado intenso. Comienzas a subir las escaleras. Notas tu corazón palpitar, vuelves a estar vivo.


“Ey! Pequeño gigante!” grito. Te das la vuelta sorprendido, pero tanta luz no te deja verme. “¿Acaso no quieres aquello que tanto ansiabas?”.  No esperaba contestación alguna, me había acostumbrado a tu silencio. “No es la luna lo que ansiaba. Ni tesoros, ni palacios…Te deseaba a ti, pero eras demasiado pequeña para poder verte, o yo…demasiado grande”.  De pronto la luz desaparece y apartas tu brazo de tu cara. Me acerco y te beso. “Mi nombre es Luna”. Apenas eres unos centímetros más alto que yo. “Yo soy Eduardo”.
Una partida siempre es imprevisible. Cada uno gana a su manera. Algunos simplemente aprenden a jugar. Tenemos la fea costumbre de dejar de jugar la vida cuando dejamos de ser niños. Cuanto más grande es lo que podemos ganar, mayor es lo que nos arriesgamos a perder…nos volvemos cobardes. Para un humano no jugar la vida, es como tener a un pájaro enjaulado o un león en el circo. Se acostumbran ya que no conocen otra cosa, pero sus instintos están ahí y jamás desaparecerán. Si le das una presa, el león de circo cazará. Si le abres la puerta, el pájaro se irá. Si juegas…sentirás!  Sufrirás, llorarás, pero tras cualquier pequeño triunfo…querrás volver a jugar.
En el fondo tan sólo somos…unos Ludópatas de la vida.







3ª parte. Fin del juego.

  “La luna siempre ha sido objeto de admiración. Su pálida belleza y su imponente presencia en el infinito inspiran a poetas y enamorados. Selene era la diosa de la Luna, hermana de Helios, el Sol, y de Eos, la Aurora.”

  “Endimión, Rey destronado y enamorado durante su exilio de la Luna, se convirtió en el amante de ésta. Pero entonces entró un temor en él, ya que tras años de amarse su cuerpo comenzaba a marchitarse. Le pidió a Selene que le concediera vivir eternamente a su lado con su poder divino. Ésta acudió a Zeus y éste decidió que Endimión no sufriría el paso del tiempo mientras estuviese dormido; sólo se marchitaría durante la vigilia. “

Porque cuando te sueño eres con quien yo siempre soñaba…

Eso es…finalmente creo que he conseguido entenderte. No eres ese gigante mudo y, quizás,  yo tampoco sea esa princesa que siempre he soñado. Igual, simplemente, jugamos de maneras distintas…Igual el juego se nos fue de las manos…
Quizás fui yo la que se empeñó en hacerte más grande de lo que realmente eras. La que se empeñó en tapar la luna y hacer de ti el culpable. Puede que, como princesa imaginaria, tuviera en  falta la presencia de un gran villano que se enfrentara a mi príncipe. Pero es que…no había príncipe! Fui yo quien lo mató, quien insistió con toda su alma en transformarlo en diablo. ¿Irónico verdad? Ansiaba tanto aquel príncipe que traté de hacer cualquier cosa por llamar su atención. Puede que si hubiera estado menos pendiente de ti, te hubiera visto.
Pero es difícil parar el juego una vez te has metido de lleno. Y jugué hasta perderlo todo; príncipe, villano, diablo… He aprendido a quererte tal y como eres, pero duele. Ya es tarde, ya no te tengo pero te sigo necesitando! Algo habré aprendido cuando era niña…algún truco se me olvida para retrasar el final de este juego…Cierro los ojos para concentrarme y…ahora es cuando apareces de nuevo! No todo ha terminado! . En este último sueño sigues siendo un gigante, pero yo he crecido mucho en la última partida, tanto como para alcanzarte. El mundo se queda pequeño a nuestros pies. Creo que he conseguido entenderte, que finalmente he sido capaz de cerrar la boca y guardar para mí más calor, cariño, amor, lágrimas y corazón del que cabe en un cuerpo humano. Y a pesar de que siempre pensé que eso era algo malo…no me duele! Tan sólo es otra manera de vivir, y precisamente es la manera de tenerte cerca…solo por eso merece la pena… Ahora estamos solos, pero tenemos la luna a nuestro alcance, no existe nada que pueda arrebatárnosla. Ahora estamos solos, tu y yo. Dos gigantes jugando como niños…no hacen falta trampas ni mentiras. Eres quien siempre he soñado, sólo que un poco más grande.

Entonces despierto y todo el peso del mundo cae sobre mi pecho. Soy tan pequeña…Me cruzo contigo constantemente. Ilusionada corro hacia ti al ver tu espalda doblar una esquina, al oír tu voz al compas de una guitarra, al oler tu piel en un ascensor, al sentir tu roce al cruzarnos por la calle…pero no eres tú. Tienes el mismo envoltorio pero eres demasiado pequeño. Estás vacío…ya no quieres jugar conmigo porque no tienes ventaja sobre mí…egoísta! Sólo me dejas una salida…Quiero jugar…soñar…contigo.

De nuevo la noche. De nuevo me asomo a la ventana como aquella primera vez. De nuevo la luna no está, algo la tapa. La ilusión vuelve a mí. Corro en busca de mi gigante, corro hasta perder la noción del tiempo, hasta gastar mi último aliento, hasta palidecer de nuevo. Llego hasta lo alto de la roca del lobo deseando verte de nuevo pero…ya no estás! O quizás… jamás estuviste. El viejo lobo aparece. “Muchacha, deja ya de subir cada noche de Luna Nueva…”.  “Luna Nueva?” pregunto con el poco aliento que me queda. “ La Luna Nueva es la noche en la que la Luna desaparece. Ocurre una vez cada 21 días”.


Pero entonces…mi Gigante no existe? Es tan sólo fruto de mi imaginación? Tan sólo un sueño estúpido? Pero…si te estoy oyendo! Tu voz me susurra una melodía que poco a poco hace que cierre los ojos. Estoy gastada…cansada…tu nana me lleva al mundo de los sueños de nuevo, donde siempre estás… para mí. Decido dejarme llevar. Decido quedarme contigo donde eres mi compañero de juegos, mi compañero del alma.

Por eso ahora duermo. Por eso he decidido cerrar mis ojos para siempre y tenerte a mi antojo. Porque cuando te sueño eres con quien yo siempre soñaba…


“Endimión le hizo prometer a Selene que lo acompañaría siempre aunque él durmiera. De ese modo, él no desaparecería, pero si despertara ella no estaría. Por eso… jamás volvió a despertar.”

 Jaque Mate…fin del juego.
 
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