martes, 9 de diciembre de 2014

...Vendetta...

…Vendetta…

A salitre y tinta resultó ser el sabor de la venganza, y descubrí que la sal escuece en las heridas y que la tinta puede tatuar el alma…


Sí, fui yo quien acudió en tu búsqueda, así que no puedo culparte absolutamente de nada. No puedo culparte de dañarme, de marcarme, de no darme más. Fui yo la que prometió que esta vez sería lo suficientemente fuerte. Perdona, pensé que tenía el corazón lo suficientemente roto como para no arroparte.

Ahora, cuándo me siento capaz de ser “algo” objetiva, no termino de diferenciar si te busqué, como yo misma te dije, para ser mi vendetta o en realidad fue una excusa más para volver a ti. Igual, simplemente mi vendetta pretendía ser hacia ti, hacia el que por primera vez me hizo estremecer y retorcer de dolor. Quizás el que alguien me rompiera el corazón tan solo me recordó  la vez en que tu me lo DESTROZASTE y por eso tu nombre vino a mi cabeza de golpe…aún no lo tengo claro…

Tan sólo una pregunta: “puedes venir?”. El resto de la conversación es mejor no recordarla. A ti siempre te ha gustado el JUEGO. No tardaste en aceptar.

A mi cabeza vienen imágenes en blanco y negro como si de una película tratase. Llego a esa puerta y me quedo pegada, escondida, junto al telefonillo. “de verdad soy capaz de hacerlo?”. Inspiro fuerte para tratar de relajarme. El corazón me late a mil por hora, exactamente igual que la primera vez que crucé ese umbral. Toco el telefonillo. “Sube”. Las mismas palabras, para que alargarlo más… Cruzo hacia dentro y se me saltan las lágrimas. Sé que ya no hay vuelta atrás. He entrado en la boca del lobo. Esas escaleras de madera torcidas se me hacen eternas mientras me vienen las imágenes y sensaciones de la primera vez que las pisé. Parece que estoy subiendo al torreón de un castillo y tan solo son dos plantas de un antiguo edificio del centro. Llego sin aliento a tu puerta…me convenzo de que es porque he subido andando… Me di la vuelta dos veces, pero estaba ya demasiado cerca.  La puerta estaba encajada. Parece ser que Alastor (el Dios de la Venganza) tiene un ritual marcado. Empujo la puerta, conozco el camino a la habitación azul de memoria. Mis piernas avanzan solas…traidoras! Como me hacéis esto? Después de tantos años juntas, seguís traicionando a mi corazón?. La habitación ha cambiado un poco…se nota que ella se fue…pero sigue teniendo su esencia; color del mar en sus paredes, estanterías llenas de libros y la cama al fondo. Me esperas apoyado en una de las columnas junto a la cama y sonríes…bueno…te ríes. Supongo que pensaste que no iría, que no era tan…valiente? Supongo que mi cara mostraba el mismo nerviosismo que la primera vez que estuvimos juntos y que tan solo tu conocías. Pero tu risa me hace subir la cabeza y avanzar hasta donde estás. Me cuesta abrir la boca para besarte, pero no por falta de ganas sino por la rabia que aprieta fuerte mis dientes. Rabia por volver a tus brazos, rabia porque la perra que llevo dentro de mi ha ganado la batalla, rabia porque él fue quien me lanzó a tus brazos, porque mis ganas de venganza me iban a pasar factura y lo sabía.
Te muerdo al principio. Eso ya pasó la primera vez que nuestras bocas se encontraron, pero esta vez yo no soy la dulce niña que quiere probar lo prohibido, esta vez soy yo el tiburón y tu mi presa. Esta vez soy yo la que escribe el relato. Esta vez soy yo la masoca que esta deseando probar si de verdad el agua de mar sobre la herida escuece o cura.
 Ahora yo llevo las riendas y soy yo la que decide y la que agarra con fuerza y brusquedad. Un  par de veces intentas tomar tu el mando, como hacías antes, pero no te dejo. Vengo con las ideas claras y el alma empañada. Agarro tu pelo para guiar tu boca y que no escape de mis dientes. Te siento sobre la cama para subirme sobre ti y seguir comiéndote a besos. Te ríes y juegas, me dices que he cambiado…de verdad no te diste cuenta de que no abrí los ojos en ningún momento? Eso debería haber bastado para que entendieses que seguía siendo la misma, que seguía siendo yo la presa. Presa de acudir al diablo cuando algo me dolía, presa de echarme a los leones cuando la rabia me consumía, presa de buscar venganza en el estómago del tiburón…
Dirijo yo tus manos, escojo la luz, me desvisto yo hasta donde yo quiero…pretendo hacerte ver que esta vez no eres tú quien decide, y sin embargo estoy en tu cama…irónico, verdad? Esta vez hablas tú mientras yo  trato de concentrarme en ser quien no soy. Mientras trato de recordar lo que me había llevado hasta tus brazos. Saboreo cada centímetro tuyo, llevo nuestros cuerpos por donde quiero y tu te dejas.
No tengo claro cuál fue el punto de inflexión de esa noche. Creo que fue el que olieses como siempre…noté un pellizco en el estómago que me hizo abrir los ojos y verte…NO! Cierra los ojos tonta! Concéntrate en el dolor y la rabia! me grité, pero era demasiado tarde. Al abrirlos me veo reflejada en los tuyos y toda mi fuerza se desvanece. Tu lo sabes. Cualquier fiera puede oler el miedo en sus presas y ya no puedo ocultarlo. Cierro los ojos de nuevo tratando de tomar el control y actúo con más fuerza y agresividad mientras las lágrimas se escapan entre las pestañas de mis ojos fruncidos. De pronto la bestia despierta. El juego se ha vuelto más interesante para ti y tus brazos se pelean con los míos. Pareces más grande. Ahora es cuando soy consciente de que me estabas dejando saborear mi venganza haciéndome creer fuerte. Me has echado sobre la cama y ahora tu manejas las sábanas. Tus manos apresan las mías hasta doler.
De golpe vuelvo a aquella tarde de Mayo de hace ya cuatro años.

“Un capricho de última hora?” preguntas bajo tu siempre cruel sonrisa. “no, tan solo has sido mi Vendetta.” Te respondo. Y tras aquel ritual de salida parecido al de entrada, salgo de aquella casa. Las escaleras ya no parecen largas y, al contrario que antes, no me paro ni un segundo hasta llegar a mi casa como si fuera aquella princesa que siempre quise ser, corriendo escaleras abajo antes de volver a transformarme en quien era en realidad. Sólo que no soy exactamente igual que en el cuento…a mi no me sigue el príncipe, huyo de mí misma y…llevo los dos zapatos.

…para superar su daño me fui en busca de alguien que me hiriese más fuerte, y ambos sabemos que ese solo podías ser tú…


A salitre y tinta resultó ser el sabor de la venganza, y descubrí que la sal escuece en las heridas y que la tinta puede tatuar el alma…


lunes, 23 de junio de 2014

...el último beso... ("Perros vagabundos" 2ªparte)

…te libero con este beso de amor verdadero...”El último beso”.
…en forma de cuento…

Salí fuera a buscarte, pero entre una calle y otra terminé olvidando lo que realmente estaba buscando, y fui yo la que se convirtió en perra…me distraje con cada marca, cada olor, con cada señal…cogí y probé cada desvío…

Cada calle una esquina; cada esquina un giro; cada giro algo nuevo…tan tentador! Un nuevo olor, una nueva aventura y, con ello, una nueva herida para así dejar huella. Mi sangre en su pared.

Pregunté por ti en cada calle amor, y, aunque todos te conocían, ninguno supo (o quizás ninguno quiso) ayudarme a encontrarte…querían retenerme…era carnaza nueva! La calle es fría…lo sabías? Es fría…desgasta las suelas con su aspereza, hiere los tobillos con sus “vacíos”,  hace que te desorientes y llegues a perderte entre sus entrañas y, si en algún momento te paras para recordar quién eras, te muestra un reflejo deformado en alguno de sus charcos…o peor aún…te muestra aquello que no conseguiste tras alguna ventana…

Pase varias semanas en algunos callejones y varios meses en otros.  Aprendí poco a poco a engañar a aquellos que querían apresarme para, según decían, darme un hogar nuevo. Aquellos que se rigen por normas y que han decidido lo que está bien y lo que no lo está. Aquellos que consiguen atraerte con sus tentadores dulces para, en el momento menos esperado,  llevarte a la perrera.
Conocí toda clase de especímenes, y todos estaban delgados y llenos de cicatrices! Me encontré con un chucho pulgoso que había recorrido el mundo sin dejar huella ni llevarse nada de cada lugar; con un perro cobarde que se escondía tras la basura cuando veía aparecer algo que anhelaba; con una mezcla de lobo que casi llega a matarme; con una perrita de raza que compartió conmigo todo lo que tenía (creo que me echa de menos); con un perro caprichoso que quiso retenerme en una de las calles; pero nada…tu no estabas…y yo ya tenía bastantes cicatrices, así que decidí seguir mi camino sola. Esos perros son muy agresivos.


Al principio casi muero de soledad. Es tan duro…no es la falta de un techo lo que se añora en la calle…créeme. Pero poco a poco dejé de llorar para no atraer a nadie. Mis labios sellaron ya que no había quien les prestara atención. Mis patitas hicieron cayo de tanta calle. Y por primera vez aprendí a cuidar tan sólo de mi. Creo que eso me ha hecho crecer, amor, pero ya no te busco… Porque si decides vivir en la realidad de este mundo tienes que asumirlo como viene… y la realidad es que fuiste tu quién me dejó sola, y que cada cicatriz en mi cuerpo, aunque sea indirectamente, te pertenece. La realidad es que has llegado a dolerme más de lo que me hiciste feliz.


Pero llegó el invierno, y la calle se hace mucho más dura. El frío te recuerda los golpes de hace años. Las heridas empezaban a infectarse y cada vez encontraba menos para llevarme a la boca.  Estaba débil para peleas por un cubo de basura y ya no me fiaba de nadie. Veneno o redes tras los suculentos platos de comida. Las fuerzas se me estaban gastando.

La crisis había hecho que la gente guardase las sobras para el día siguiente y las basuras jamás se llenaban. Nadie se acordaba de nosotros. Algunos terminaban tirados en las calles muertos de hambre, los más débiles en perreras ya que no les quedaban fuerzas para huir más, y los más afortunados nos miraban ahora desde la ventana de un nuevo hogar. Aunque debo reconocer que esos casos no llegaban a contarse con los dedos de las manos.


No fui de las más débiles! Aguanté bastante! Pero la herida del cuello hizo trampa. …Lo último que recuerdo es un número 22 de un portal…y calor. Cuando abrí los ojos no conseguí reconocer la calle en la que me encontraba. Bajo mi cuerpo no estaba el asfalto frío y duro, me arropaban unas telas suaves y limpias, y la noche ya no era cerrada junto a la chimenea. Mis heridas estaban tapadas y limpias también. Tenía un plato con comida y otro con agua frente a mi . Por un instante pensé que te había encontrado! Que estábamos de nuevo en nuestra casa…en nuestro hogar... Entonces le escuché por primera vez… “bonita…” su voz transmitía seguridad. Aclaré un poco más mis ojos y le vi. Se acercaba a mi despacio. Le mordí. (pobre) Pero volvió cada hora y cada día a tratar de acariciarme, hasta que un día, mientras dormía, lo consiguió. Su piel era tan suave y tan cálida! No pude apartarme cuando desperté…hacía mucho que no sentía el calor de alguien de verdad…Poco a poco, según iba confiando en él, mi cuerpo se erguía para así poder dejar de comer de su mano…y terminar comiendo de su boca. Callejera, no perra…nunca más arrastrada por el suelo. Derecha, mirando a los ojos, que aún los había sinceros. Él curó mis heridas. Él me alimentó. Él cuidó de mi. Él me enseñó a volver a confiar. Y un buen día, cuando yo estaba completamente recuperada me dijo: “Sé porqué estabas en la calle, yo también vengo de ahí…y sé el miedo de volver a un hogar. Pero en esta casa siempre tendrás las puertas y las ventanas abiertas. Para que estés aquí porque quieras estar no porque sea mejor que la calle”.  Le miré, le besé y le dije: “voy a dar un paseo, amor, ahora vuelvo”. Y sonrió.

Y…si soy sincera (algo que nos está completamente prohibido a nosotros, los callejeros), he parado más de una vez junto a tu ventana esperando un silbido desde tus labios, esperando descubrir la manera de volver… He añorado, he anhelado, he soñado, he cuestionado…he vagado por tu fachada de ladrillo dejando mi huella para que la que llegue no olvide que fuiste mío. Una noche recordé aquel truco que teníamos tu y yo para abrir la ventana cuando se nos olvidaban las llaves dentro de casa y si, conseguí abrirla…entré con el sigilo del que la calle te dota, pero…mi lado de la cama ya estaba ocupado y se te veía feliz.  Así que te di ese…último beso…y volví a mis calles. Por cierto, se me olvidó volver a cerrar la ventana. Lo siento, sé que te gusta dejar las cosas bien cerradas.



Buscándote me volví perra…buscándote me sentí vagabunda…y ahora yo he encontrado a quien me da el equilibrio perfecto para pasear por las calles como una mujer subida a sus tacones. Y tú has encontrado alguien que calienta nuestra, ¡perdón! tu cama…y te libero de tu maleficio para que puedas disfrutar de tu nueva vida. Te libero con este beso de amor verdadero...”El último beso”

…en forma de cuento...








martes, 25 de febrero de 2014

...La Ciudad Prohibida...

La Ciudad Prohibida…(o la mujer que luchó contra una ciudad entera…)



No fue culpa del momento, fue culpa del lugar…

Era un día 13, prendas amarillas, y él y su pelo cobrizo…de verdad, pequeña, no te diste cuenta de que no saldría nada bueno de esa historia? Que no se puede bailar descalza a tu edad; que no se puede recorrer el mundo en coche; que no se puede volver a hablar con la inocencia de un niño; que los cielos de color morado no existen; que  en pleno mes de Enero los termómetros no marcan 30º;  que los pic-nics no se hacen entre cuatro paredes;  que no puedes coger una maleta sin saber tu destino; que los 7 de Septiembre tan solo son letras de canciones; 


     Nació un 13 de Octubre en un coche, ya que nadie la esperaba…ya entonces su primera entrada al mundo fue triunfal!…a destiempo. Dicen que es imposible recordar el momento en que nacemos, pero ella, si hace un esfuerzo, aún es capaz de recordar aquella primera bocanada de aire que por poco la asfixia y sin embargo le dio la vida… Y asfixiada es como vivía ella en aquella ciudad. Ciudad que se mueve más deprisa que el propio planeta; ciudad que no te deja respirar ni pararte a conocerte a ti o a los que te rodean; ciudad que trata siempre de cumplir con los tiempos y no se ha enterado de que, haga lo que haga jamás…nunca… llegará  “a tiempo”…

     Desde los 13 años pasó por la consulta de los mejores médicos, psicólogos y especialistas…y absolutamente ninguno fue capaz de diagnosticar su mal. Tomó tratamientos para asma, alergias varias, toda clase de bacterias; Le hicieron multitud de estudios en el Centro de Enfermedades Raras; llegaron a diagnosticarlas enfermedades psicológicas tales como agorafobia, ansiedad, traumas infantiles…pero nada…jamás consiguió quitarse esa sensación de ahogo, aunque cierto es que aprendió a vivir con ella. A veces, cuando no conoces otra sensación…terminas por pensar que la tuya es la normal.
   
        A sus 30 años, en una de las consultas rutinarias, tras la mesa de reconocimiento una cara nueva, diez minutos de conversación y un diagnóstico: “El Síndrome del Destiempo”. Alhama tenía un corazón mucho más grande de lo normal y eso hacía que latiera bastante más despacio que los del resto.  Y ese médico que parecía haber dedicado su larguísima vida (según delataba su aspecto) le dio un remedio para poder ser feliz con su GRAN corazón:

    “Tu corazón necesita un ritmo especial…uno con el que sienta que tiene tiempo para..vivir. Coge un tren y bájate en cada estación por la que pase. Nada más poner un pié en la nueva ciudad a la que llegues, inspira fuerte. Un buen día, esa bocanada de aire te llenará hasta el punto de asustarte. Justo en ese lugar es donde tu corazón palpitará al ritmo que necesita, y ya nunca jamás tendrás esa sensación de ahogo ni de ir constantemente a destiempo…”

 Salió de la consulta, inspiró fuerte y…así se es como al fin se dio cuenta: Ella no pertenecía a aquel lugar. Hizo una maleta, se fue a la estación de tren más cercana y se subió en el primer vagón sin rumbo fijo…o…quizás rumbo a su destino?



Llegó una mañana de Febrero. El sol allí sonaba distinto…al compás de sus manos… Bajó del tren, dejó la maleta en el suelo y de cara al amanecer respiró hondo. El reloj de la estación marcaba las 7.13h, justo según la previsión y sin embargo…a DESTIEMPO.
Si trata de hacer memoria…si, sería capaz de recordar esa bocanada de aire que por poco le asfixia y sin embargo le dio la vida… La ciudad la avisó desde que puso un pié en ella…” NO PERTENECES A MI CIUDAD.”  Sin embargo ella no dudó un solo segundo en quedarse y hacerse hueco de la manera en que pudiera. Has llegado alguna vez a un lugar desconocido y has tenido la sensación de conocerlo incluso mejor que tu propia casa? Alguna vez has estado con un desconocido a quien pareces conocer mejor que a ti mismo? Ese era su lugar…pero quizás, sólo quizás...ese no fuera el momento. Se enamoró de sus rincones llenos de magia, de sus estrechas calles de ladrillo, del río que inundaba de colores las fachadas de las casas, del olor a Azahar, de los desayunos en el puente de los candados, de las flores con sabor a queso o el queso con forma de flor, de las voces de un barrio eterno, del sonido de los cascos de los caballos,… y de su gente… Había descubierto un lugar donde su acento “raro” pasaba desapercibido.

Pero quizás, sólo quizás…ese no era el momento.



Después de una deliciosa cena entre sus nuevos compañeros de vida, la novia se levanta para iniciar el baile con el tradicional Vals. En sus 30 años de vida, jamás había bailado uno y seguiría sin hacerlo. Risas, bailes y minutos que parecen horas en esa nueva ciudad. Disfruta cada segundo de su vida. Son las…bueno, la hora que era jamás lo sabremos ya que ahí no está permitido llevar reloj… Ciudad del Destiempo… y la poca gente que queda hace un corrillo a alguien a quien ella todavía no ha conseguido ver. De pronto la noche suena al compas de sus manos contra el cajón. Una espontánea le acompaña con su voz y el resto de la sala palmea y taconea al ritmo. En su vida había imaginado algo parecido. Se le eriza el bello y las lágrimas de emoción pelean luchan para no escaparse. Consigue hacerse un hueco finalmente entre la gente y le ve, al fin te ve…tu ya la habías visto al comienzo de la noche.


Era un día 13, prendas amarillas, y él y su pelo cobrizo…de verdad, pequeña, no te diste cuenta de que no saldría nada bueno de esa historia? Que no se puede bailar descalza a tu edad; que no se puede recorrer el mundo en coche; que no se puede volver a hablar con la inocencia de un niño; que los cielos de color morado no existen; que  en pleno mes de Enero los termómetros no marcan 30º;  que los pic-nics no se hacen bajo un techo;  que no puedes coger una maleta sin saber tu destino; que los 7 de Septiembre tan solo son letras de canciones;

A partir de esa noche comenzó la más pura de las historias jamás conocida. Juntos dábamos sentido a nuestras vidas, juntos todo era fácil, juntos el corazón de Alhama conseguía llevar su ritmo…os completabais. Ella lo sentía, ella lo sabía, esta vez sí…aquel era el lugar…pero se olvidó de mirar lo que marcaba el reloj y resultó que ese no era el momento. Aún tenías demasiadas heridas que cerrar en tu interior y un amor tan grande se escapa en un corazón roto.

La Ciudad te alejó de ella, la convirtió en forastera ante tus ojos, la hizo no merecedora de tus/sus encantos por haber nacido en un taxi, te hizo temer que Alhama quisiera salir de sus puertas y llevarte con ella… Tu amada ciudad con nombre de mujer se reveló contra ella y, es de saber, que no se puede amar a dos mujeres al mismo tiempo. Alhama luchó una guerra que ya desde el principio tenía perdida. La llenaron de moratones sus caprichosos habitantes que jugaban con las almas de aquellos que eran de fuera. Las estrechas calles no dudaban en tratar de asfixiarla. El sonido de la Ciudad parecía reírse de ella. Las aceras empedradas destrozaban sus tobillos.


A pesar de todo ella trato de hacerlo, luchó por quedarse. Lucharía hasta quemarse con alcohol la garganta; hasta lograr encontrar aire bajo el agua de ese río relleno de lágrimas de aquellos que viajan a conocer la “magia” de un lugar que no acepta visitas; hasta hacerse hueco entre los ladrillos de esas estrechas y claustrofóbicas calles; hasta impregnarse de ese olor a Azahar que a sus 30 años conoció por vez primera; pero su corazón malvivía. Le dolía. Había perdido su ritmo. Tu ciudad no quiso hacerla un hueco. Así que cogió sus maletas y subió al tren de nuevo.



Volvió a su casa. Y a pesar del miedo a no poder, esta vez consiguió vivir su día a día tranquila, a otro ritmo…jamás le daría la capacidad de decidir sobre su vida a un LUGAR tal y como tu hiciste…y si notaba que su respiración comenzaba a acelerarse tan solo tenía que cerrar los ojos, inspirar bien fuerte y seguir hacia delante. Era fácil. Su corazón había aprendido a sobrevivir. Y tan solo en ese momento fue cuando Alhama comenzó a ser la dueña de su vida. Decidió coger un tren, pero no como cura a una enfermedad, sino por amor. Pero esta vez no bajaría en cada parada, iría directa a esa “Ciudad Prohibida” que te agarraba recelosa, que trataba de engatusarte con todas sus armas haciéndote pensar que así eras feliz y sin embargo sintiendo que tu herida jamás cerraba. Alhama bajó del tren y se encaró a ella.


 “No pretendía robártelo! No has entendido nada! Tan sólo quería mostrárselo al mundo entero. Quién mejor que tu hijo predilecto para llevar tu esencia a todos los rincones? Debías estar orgullosa y no recelosa! Su pelo lleva tu color; su piel huele a azahar; sabe hacer de algo pequeño lo más grande; el agua de tu río corre por sus venas; y sus pasos…suenan a flamenco.

Dejemos ya esta Guerra…él jamás será más mío que tuyo porque él ES parte de ti…

Déjame llenar mi vida de vuestros colores; déjame salpicarme con vuestra fragancia; déjame hacer grande lo más pequeño; déjame beber de vuestro río; y déjame…escuchar vuestro flamenco acompañándome por las calles…”

Con una reverencia y con la cabeza gacha, las calles tomaron distancia suficiente para que su pequeño cuerpo pasara por sus entrañas. Ahora sus pasos se retrasaban tan solo por el nublado de sus lágrimas y el nudo de su garganta. Al fin se convirtió en merecedora de su respeto. El viento susurró por los huecos de sus ladrillos “Alhama, ese nudo que te aprieta fuerte no es más que lo que necesitabas para poder pertenecer a nuestra ciudad…ahora nos comprendes…ahora nos sientes. Ahora mis calles son tus calles. Puedes respirar profundo y embriagarte de una sensación de Paz? El olor a Azahar tapa cualquier otro? Sientes que mis estrechas calles se abren para dejarte paso? Oyes la música de una guitara por mis rincones? Ahora si…ahora me sientes…ahora mis calles son tus calles…”

Y lo entendí todo…no me iba a regalar a uno de sus hijos predilectos sin aprender antes a entender su esencia, sin aprender a cuidarle y a entender lo que él sacrificaba por mi…la importancia de lo que allí dejaba. Ahora lo entendía todo.

“Por qué no me lo dijiste simplemente, en lugar de tanto dolor?” Pregunté.
“ Por qué no tenías que saberlo…tenías que sentirlo” susurraron sus calles…

No fue culpa del lugar…fue culpa del momento…
Era un día 13, prendas amarillas, y él y su pelo cobrizo…estaba segura de que sí, saldría algo bueno de esa historia! Que se puede bailar descalza a mi edad; que se puede recorrer el mundo en coche; que se puede volver a hablar con la inocencia de un niño; que los cielos de color morado existen y yo los he visto; que un extraño mes de Enero los termómetros llegaron a marcar 30º;  que los pic-nics se pueden hacer entre cuatro paredes;  que puedes coger una maleta sin saber tu destino; que los 7 de Septiembre…ya son algo más que letras de canciones;






Que todo esto existe en… “ La Ciudad Prohibida”
 
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