martes, 9 de junio de 2015

....Gato Callejero....

….gato callejero…

No soy supersticiosa…reto al destino a cruzar un gato negro en mi camino…

Más pequeños, pero más sigilosos…no muerden, pero arañan…expertos en el arte de esconderse…los gatos callejeros son mucho más peligrosos que los perros vagabundos. Un gato callejero suele estar en la calle porque él quiere, porque no aguanta estar encerrado en un hogar y echa de menos la libertad…un perro vagabundo suele estar en la calle porque le han abandonado y vive añorando un techo caliente…son… más fieles.
Menos mal que tan solo me crucé contigo…

Te colabas en mi casa haciéndome creer que no tenías que llevarte a la boca y resulta que, simplemente te gustaba la aventura y escapabas cada noche de tu casa por la rendija de la ventana de arriba mientras tu dueña dormía. Pudiendo tenerlo todo…porque renunciar a algo? En cuantas casas más habrás estado…
Me pregunto si salías por su ventana con el mismo sigilo con el que entrabas por la mía.
Debo reconocer que fui yo la que pegó el primer silbido. Te vi solo. Solo, rondando mi casa….y eras tan bonito…pequeño pero fuerte,  negro con una mancha tatuada en el lomo. También reconozco que no respondiste a mi primera llamada. Si hubo una segunda fue porque tuve la necesidad de comprobar que estabas bien. Igual se me pasó por la cabeza quedarme contigo si resultabas ser callejero…quizás. En el fondo creo que, todos los que andamos en ese momento de nuestra vida en el que nos falta algo de compañía, estamos esperando ese perro vagabundo o ese gato callejero que pasea por la calle, solo, con frío y hambre que nos veremos obligados a acoger pensando “como lo iba a dejar ahí?”, “me lo quedaré hasta que encontrarle un hogar”…y luego, casi siempre pasa, que termina siendo ese compañero fiel de por vida.
Igual te llame esa segunda vez porque echaba de menos un compañero…

Te acercaste con cuidado. Cruzaste el jardín hasta llegar a la verja de mi patio. A penas te dejaste acariciar, pero en seguida supe que, aunque anduvieras por la calle, ya habías estado bajo un techo. Ya conocías el calor de un hogar, ya te habían acariciado antes. Si rebuscabas en los cubos de basura solo tu sabes porque lo hacías. Yo me puedo hacer a la idea también.
La primera noche no quisiste entrar. Pasamos un rato “conociéndonos”. Traté de engañarte jugando, pero…ahora lo entiendo todo…te dio miedo tardar demasiado y encontrarte tu ventana cerrada.

Durante la siguiente semana salí cada noche a buscarte pero no te vi. Estuve siete días, siete! agarrándome a esa ilusión…y por fin, al octavo día, cuando ya te había guardado como una bonita anécdota (aunque dejé las puertas abiertas por si acaso), te vi de refilón por el patio. Decidí no acercarme. No sé como fui capaz de aguantar. Entonces, en cuestión de segundos, llegaste al filo de la puerta del salón. Ibas orgulloso, con la cabeza alta y tus elegantes andares. Me miraste directamente, como pidiendo permiso para entrar. Me levanté, muerta de miedo por si me llevaba un zarpazo. Me agaché para estar a tu altura…jaja…cara a cara. Y viniste a mi. Esta vez me dejaste acariciarte a la primera. Me fui a la cocina y me seguiste como si ya conocieras mi casa. Te preparé un vaso de leche. No bebiste. Volvimos al salón. Creo que contigo aprendí a calmarme, a andar sigilosamente y tranquila. Nos echamos en el sofá. Eras tan suave como había imaginado...así resultaba imposible no desearte! Al fin, algo de calor en mi casa…al fin, algo de compañía…y esa sensación de vacío tan horrible cuando te fuiste.
 Ahora puedo reconocerte que desde esa primera noche supe que eras de otra. Que te seguí cuando saliste de mi casa y te vi entrar por su ventana. También puedo reconocerte que me prometí no volver a dejarte entrar en mi casa. Prometí no involucrarme…y que si lo hacía jamás sería capaz de culparte de algo que yo misma permití. Pero sabes que? Preferí tenerte a medias que no tenerte…siempre he sido igual de estúpida.


A partir de esa noche tus visitas se hicieron más asiduas. Entrabas en mi casa con esa manera tan peculiar que tenías de pedir permiso… Yo me preparaba un colacao del que tu siempre me robabas un poco, y pasabas la noche escuchando mis “cuentos” y sin decir ni una sola palabra. Parecía el cuento de las mil una noches…que, como el sultán, mientras tuviera uno preparado no faltarías…pero yo no era una buena Sherezade…
 palabras que ahora me queman por dentrotranquila, traguñetido que no lo har la noche escuchando mis "u casa. Te preparNo venías todas las noches, pero créeme, al final era capaz de predecir cuando aparecerías. Solía ser de madrugada…llegabas a mi ventana borracho de soledad y deseando escuchar uno de mis cuentos. Y yo te esperaba, sedienta de compañía, y deseando nuevas marcas, nuevos arañazos que me hicieran sentir que aún estaba viva.  Lo malo fue que de vez en cuando venías más canalla de lo normal y decidías hacer heridas más profundas sin pensar en las consecuencias. Y al final...me acostumbré a tenerte a medias. Que gran error. Me volví sonámbula. Me acostumbré a no dormir de noche porque era el momento más bonito del día. Que triste conformarse con tan poco…pero es que ese poquito era más de lo que me habían dado. Así que finalmente si, me involucré…y si, te culpé…no puedo negarlo. Te culpé por desaparecer…de esa manera tan ruin. Sin una despedida como nos merecíamos, con mentiras, con engaños…jamás te exigí nada, jamás pregunté nada, hice como si fuéramos de mundos distintos, incapaces de entendernos porque hablábamos distintos idiomas.

Ahora te abro mi corazón, en el idioma universal, porque ya no hay promesas, prohibiciones, ni reglas…el juego ha terminado. Porque ahora puedo ser como soy yo realmente, sin miedo a perder lo que nunca existió. Puedo decirte que, si me hubieras dejado tan solo una noche entera, hubiera hecho que olvidases el camino de vuelta. Que, si no te hubiera prometido que no lo haría, hubiera luchado por ti como yo sé…con toda el alma. Que, para que tu vivieras la conciencia tranquila, tragué palabras que ahora me queman por dentro. Que, si te hubiera respetado lo poco que mereces, hubiera traficado con mis armas para abrirte en canal y llegar dentro tuyo. Que si no te has quedado es porque yo no he querido…porque te he respetado más a ti que a mi misma y mis sentimientos.  Que conmigo hubieras vivido con las ventanas abiertas y sin embargo no hubieras tenido la tentación de escapar.
Ahora…ahora puedo decirte que, cuando menos lo esperes, te acordarás de mi…que recorrerás los 36 pasos que hay hasta mi ventana y la encontrarás cerrada, y entonces, tan solo entonces podrás erguirte como persona y dejar de ser un animal. Porque siempre dijiste que lo que te acercaba a mi ventana era tu parte más animal, y yo me cosí la boca para no escupirte la realidad: la parte que viene a mis brazos es la más humana…aún no te has dado cuenta? Que si me pusieron en tu camino no era para lo que tu pensabas, sino por algo mucho más grande que ya nunca podrás comprobar.

Me despido de ti, sabiendo que seguiré buscándote cuando salga a tirar la basura, que seguiré despertando a las cinco de la madrugada esperando escuchar tus golpes, que seguiré preparándome un colacao cada noche a pesar de ser de Nesquik, que seguiré comprando sal a pesar de cocinar sin ella…que seguiré con las ventanas abiertas poniendo como excusa el calor…incluso en pleno invierno.

Me despido de ti con uno más de mis cuentos…tan solo eso…un cuento de lo que podría haber sido y ya no será. Hasta que un buen día entre alguien por aquella que en su día fue TU VENTANA y se quede a escuchar mis cuentos y a construir uno nuevo.

No soy supersticiosa…reto al destino a cruzar un gato negro en mi camino…






 




No soy supersticiosa…reto al destino a cruzar un gato negro en mi camino…







 
©Suzanne Woolcott sw3740 Tema diseñado por: compartidisimo