lunes, 23 de junio de 2014

...el último beso... ("Perros vagabundos" 2ªparte)

…te libero con este beso de amor verdadero...”El último beso”.
…en forma de cuento…

Salí fuera a buscarte, pero entre una calle y otra terminé olvidando lo que realmente estaba buscando, y fui yo la que se convirtió en perra…me distraje con cada marca, cada olor, con cada señal…cogí y probé cada desvío…

Cada calle una esquina; cada esquina un giro; cada giro algo nuevo…tan tentador! Un nuevo olor, una nueva aventura y, con ello, una nueva herida para así dejar huella. Mi sangre en su pared.

Pregunté por ti en cada calle amor, y, aunque todos te conocían, ninguno supo (o quizás ninguno quiso) ayudarme a encontrarte…querían retenerme…era carnaza nueva! La calle es fría…lo sabías? Es fría…desgasta las suelas con su aspereza, hiere los tobillos con sus “vacíos”,  hace que te desorientes y llegues a perderte entre sus entrañas y, si en algún momento te paras para recordar quién eras, te muestra un reflejo deformado en alguno de sus charcos…o peor aún…te muestra aquello que no conseguiste tras alguna ventana…

Pase varias semanas en algunos callejones y varios meses en otros.  Aprendí poco a poco a engañar a aquellos que querían apresarme para, según decían, darme un hogar nuevo. Aquellos que se rigen por normas y que han decidido lo que está bien y lo que no lo está. Aquellos que consiguen atraerte con sus tentadores dulces para, en el momento menos esperado,  llevarte a la perrera.
Conocí toda clase de especímenes, y todos estaban delgados y llenos de cicatrices! Me encontré con un chucho pulgoso que había recorrido el mundo sin dejar huella ni llevarse nada de cada lugar; con un perro cobarde que se escondía tras la basura cuando veía aparecer algo que anhelaba; con una mezcla de lobo que casi llega a matarme; con una perrita de raza que compartió conmigo todo lo que tenía (creo que me echa de menos); con un perro caprichoso que quiso retenerme en una de las calles; pero nada…tu no estabas…y yo ya tenía bastantes cicatrices, así que decidí seguir mi camino sola. Esos perros son muy agresivos.


Al principio casi muero de soledad. Es tan duro…no es la falta de un techo lo que se añora en la calle…créeme. Pero poco a poco dejé de llorar para no atraer a nadie. Mis labios sellaron ya que no había quien les prestara atención. Mis patitas hicieron cayo de tanta calle. Y por primera vez aprendí a cuidar tan sólo de mi. Creo que eso me ha hecho crecer, amor, pero ya no te busco… Porque si decides vivir en la realidad de este mundo tienes que asumirlo como viene… y la realidad es que fuiste tu quién me dejó sola, y que cada cicatriz en mi cuerpo, aunque sea indirectamente, te pertenece. La realidad es que has llegado a dolerme más de lo que me hiciste feliz.


Pero llegó el invierno, y la calle se hace mucho más dura. El frío te recuerda los golpes de hace años. Las heridas empezaban a infectarse y cada vez encontraba menos para llevarme a la boca.  Estaba débil para peleas por un cubo de basura y ya no me fiaba de nadie. Veneno o redes tras los suculentos platos de comida. Las fuerzas se me estaban gastando.

La crisis había hecho que la gente guardase las sobras para el día siguiente y las basuras jamás se llenaban. Nadie se acordaba de nosotros. Algunos terminaban tirados en las calles muertos de hambre, los más débiles en perreras ya que no les quedaban fuerzas para huir más, y los más afortunados nos miraban ahora desde la ventana de un nuevo hogar. Aunque debo reconocer que esos casos no llegaban a contarse con los dedos de las manos.


No fui de las más débiles! Aguanté bastante! Pero la herida del cuello hizo trampa. …Lo último que recuerdo es un número 22 de un portal…y calor. Cuando abrí los ojos no conseguí reconocer la calle en la que me encontraba. Bajo mi cuerpo no estaba el asfalto frío y duro, me arropaban unas telas suaves y limpias, y la noche ya no era cerrada junto a la chimenea. Mis heridas estaban tapadas y limpias también. Tenía un plato con comida y otro con agua frente a mi . Por un instante pensé que te había encontrado! Que estábamos de nuevo en nuestra casa…en nuestro hogar... Entonces le escuché por primera vez… “bonita…” su voz transmitía seguridad. Aclaré un poco más mis ojos y le vi. Se acercaba a mi despacio. Le mordí. (pobre) Pero volvió cada hora y cada día a tratar de acariciarme, hasta que un día, mientras dormía, lo consiguió. Su piel era tan suave y tan cálida! No pude apartarme cuando desperté…hacía mucho que no sentía el calor de alguien de verdad…Poco a poco, según iba confiando en él, mi cuerpo se erguía para así poder dejar de comer de su mano…y terminar comiendo de su boca. Callejera, no perra…nunca más arrastrada por el suelo. Derecha, mirando a los ojos, que aún los había sinceros. Él curó mis heridas. Él me alimentó. Él cuidó de mi. Él me enseñó a volver a confiar. Y un buen día, cuando yo estaba completamente recuperada me dijo: “Sé porqué estabas en la calle, yo también vengo de ahí…y sé el miedo de volver a un hogar. Pero en esta casa siempre tendrás las puertas y las ventanas abiertas. Para que estés aquí porque quieras estar no porque sea mejor que la calle”.  Le miré, le besé y le dije: “voy a dar un paseo, amor, ahora vuelvo”. Y sonrió.

Y…si soy sincera (algo que nos está completamente prohibido a nosotros, los callejeros), he parado más de una vez junto a tu ventana esperando un silbido desde tus labios, esperando descubrir la manera de volver… He añorado, he anhelado, he soñado, he cuestionado…he vagado por tu fachada de ladrillo dejando mi huella para que la que llegue no olvide que fuiste mío. Una noche recordé aquel truco que teníamos tu y yo para abrir la ventana cuando se nos olvidaban las llaves dentro de casa y si, conseguí abrirla…entré con el sigilo del que la calle te dota, pero…mi lado de la cama ya estaba ocupado y se te veía feliz.  Así que te di ese…último beso…y volví a mis calles. Por cierto, se me olvidó volver a cerrar la ventana. Lo siento, sé que te gusta dejar las cosas bien cerradas.



Buscándote me volví perra…buscándote me sentí vagabunda…y ahora yo he encontrado a quien me da el equilibrio perfecto para pasear por las calles como una mujer subida a sus tacones. Y tú has encontrado alguien que calienta nuestra, ¡perdón! tu cama…y te libero de tu maleficio para que puedas disfrutar de tu nueva vida. Te libero con este beso de amor verdadero...”El último beso”

…en forma de cuento...








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