martes, 25 de febrero de 2014

...La Ciudad Prohibida...

La Ciudad Prohibida…(o la mujer que luchó contra una ciudad entera…)



No fue culpa del momento, fue culpa del lugar…

Era un día 13, prendas amarillas, y él y su pelo cobrizo…de verdad, pequeña, no te diste cuenta de que no saldría nada bueno de esa historia? Que no se puede bailar descalza a tu edad; que no se puede recorrer el mundo en coche; que no se puede volver a hablar con la inocencia de un niño; que los cielos de color morado no existen; que  en pleno mes de Enero los termómetros no marcan 30º;  que los pic-nics no se hacen entre cuatro paredes;  que no puedes coger una maleta sin saber tu destino; que los 7 de Septiembre tan solo son letras de canciones; 


     Nació un 13 de Octubre en un coche, ya que nadie la esperaba…ya entonces su primera entrada al mundo fue triunfal!…a destiempo. Dicen que es imposible recordar el momento en que nacemos, pero ella, si hace un esfuerzo, aún es capaz de recordar aquella primera bocanada de aire que por poco la asfixia y sin embargo le dio la vida… Y asfixiada es como vivía ella en aquella ciudad. Ciudad que se mueve más deprisa que el propio planeta; ciudad que no te deja respirar ni pararte a conocerte a ti o a los que te rodean; ciudad que trata siempre de cumplir con los tiempos y no se ha enterado de que, haga lo que haga jamás…nunca… llegará  “a tiempo”…

     Desde los 13 años pasó por la consulta de los mejores médicos, psicólogos y especialistas…y absolutamente ninguno fue capaz de diagnosticar su mal. Tomó tratamientos para asma, alergias varias, toda clase de bacterias; Le hicieron multitud de estudios en el Centro de Enfermedades Raras; llegaron a diagnosticarlas enfermedades psicológicas tales como agorafobia, ansiedad, traumas infantiles…pero nada…jamás consiguió quitarse esa sensación de ahogo, aunque cierto es que aprendió a vivir con ella. A veces, cuando no conoces otra sensación…terminas por pensar que la tuya es la normal.
   
        A sus 30 años, en una de las consultas rutinarias, tras la mesa de reconocimiento una cara nueva, diez minutos de conversación y un diagnóstico: “El Síndrome del Destiempo”. Alhama tenía un corazón mucho más grande de lo normal y eso hacía que latiera bastante más despacio que los del resto.  Y ese médico que parecía haber dedicado su larguísima vida (según delataba su aspecto) le dio un remedio para poder ser feliz con su GRAN corazón:

    “Tu corazón necesita un ritmo especial…uno con el que sienta que tiene tiempo para..vivir. Coge un tren y bájate en cada estación por la que pase. Nada más poner un pié en la nueva ciudad a la que llegues, inspira fuerte. Un buen día, esa bocanada de aire te llenará hasta el punto de asustarte. Justo en ese lugar es donde tu corazón palpitará al ritmo que necesita, y ya nunca jamás tendrás esa sensación de ahogo ni de ir constantemente a destiempo…”

 Salió de la consulta, inspiró fuerte y…así se es como al fin se dio cuenta: Ella no pertenecía a aquel lugar. Hizo una maleta, se fue a la estación de tren más cercana y se subió en el primer vagón sin rumbo fijo…o…quizás rumbo a su destino?



Llegó una mañana de Febrero. El sol allí sonaba distinto…al compás de sus manos… Bajó del tren, dejó la maleta en el suelo y de cara al amanecer respiró hondo. El reloj de la estación marcaba las 7.13h, justo según la previsión y sin embargo…a DESTIEMPO.
Si trata de hacer memoria…si, sería capaz de recordar esa bocanada de aire que por poco le asfixia y sin embargo le dio la vida… La ciudad la avisó desde que puso un pié en ella…” NO PERTENECES A MI CIUDAD.”  Sin embargo ella no dudó un solo segundo en quedarse y hacerse hueco de la manera en que pudiera. Has llegado alguna vez a un lugar desconocido y has tenido la sensación de conocerlo incluso mejor que tu propia casa? Alguna vez has estado con un desconocido a quien pareces conocer mejor que a ti mismo? Ese era su lugar…pero quizás, sólo quizás...ese no fuera el momento. Se enamoró de sus rincones llenos de magia, de sus estrechas calles de ladrillo, del río que inundaba de colores las fachadas de las casas, del olor a Azahar, de los desayunos en el puente de los candados, de las flores con sabor a queso o el queso con forma de flor, de las voces de un barrio eterno, del sonido de los cascos de los caballos,… y de su gente… Había descubierto un lugar donde su acento “raro” pasaba desapercibido.

Pero quizás, sólo quizás…ese no era el momento.



Después de una deliciosa cena entre sus nuevos compañeros de vida, la novia se levanta para iniciar el baile con el tradicional Vals. En sus 30 años de vida, jamás había bailado uno y seguiría sin hacerlo. Risas, bailes y minutos que parecen horas en esa nueva ciudad. Disfruta cada segundo de su vida. Son las…bueno, la hora que era jamás lo sabremos ya que ahí no está permitido llevar reloj… Ciudad del Destiempo… y la poca gente que queda hace un corrillo a alguien a quien ella todavía no ha conseguido ver. De pronto la noche suena al compas de sus manos contra el cajón. Una espontánea le acompaña con su voz y el resto de la sala palmea y taconea al ritmo. En su vida había imaginado algo parecido. Se le eriza el bello y las lágrimas de emoción pelean luchan para no escaparse. Consigue hacerse un hueco finalmente entre la gente y le ve, al fin te ve…tu ya la habías visto al comienzo de la noche.


Era un día 13, prendas amarillas, y él y su pelo cobrizo…de verdad, pequeña, no te diste cuenta de que no saldría nada bueno de esa historia? Que no se puede bailar descalza a tu edad; que no se puede recorrer el mundo en coche; que no se puede volver a hablar con la inocencia de un niño; que los cielos de color morado no existen; que  en pleno mes de Enero los termómetros no marcan 30º;  que los pic-nics no se hacen bajo un techo;  que no puedes coger una maleta sin saber tu destino; que los 7 de Septiembre tan solo son letras de canciones;

A partir de esa noche comenzó la más pura de las historias jamás conocida. Juntos dábamos sentido a nuestras vidas, juntos todo era fácil, juntos el corazón de Alhama conseguía llevar su ritmo…os completabais. Ella lo sentía, ella lo sabía, esta vez sí…aquel era el lugar…pero se olvidó de mirar lo que marcaba el reloj y resultó que ese no era el momento. Aún tenías demasiadas heridas que cerrar en tu interior y un amor tan grande se escapa en un corazón roto.

La Ciudad te alejó de ella, la convirtió en forastera ante tus ojos, la hizo no merecedora de tus/sus encantos por haber nacido en un taxi, te hizo temer que Alhama quisiera salir de sus puertas y llevarte con ella… Tu amada ciudad con nombre de mujer se reveló contra ella y, es de saber, que no se puede amar a dos mujeres al mismo tiempo. Alhama luchó una guerra que ya desde el principio tenía perdida. La llenaron de moratones sus caprichosos habitantes que jugaban con las almas de aquellos que eran de fuera. Las estrechas calles no dudaban en tratar de asfixiarla. El sonido de la Ciudad parecía reírse de ella. Las aceras empedradas destrozaban sus tobillos.


A pesar de todo ella trato de hacerlo, luchó por quedarse. Lucharía hasta quemarse con alcohol la garganta; hasta lograr encontrar aire bajo el agua de ese río relleno de lágrimas de aquellos que viajan a conocer la “magia” de un lugar que no acepta visitas; hasta hacerse hueco entre los ladrillos de esas estrechas y claustrofóbicas calles; hasta impregnarse de ese olor a Azahar que a sus 30 años conoció por vez primera; pero su corazón malvivía. Le dolía. Había perdido su ritmo. Tu ciudad no quiso hacerla un hueco. Así que cogió sus maletas y subió al tren de nuevo.



Volvió a su casa. Y a pesar del miedo a no poder, esta vez consiguió vivir su día a día tranquila, a otro ritmo…jamás le daría la capacidad de decidir sobre su vida a un LUGAR tal y como tu hiciste…y si notaba que su respiración comenzaba a acelerarse tan solo tenía que cerrar los ojos, inspirar bien fuerte y seguir hacia delante. Era fácil. Su corazón había aprendido a sobrevivir. Y tan solo en ese momento fue cuando Alhama comenzó a ser la dueña de su vida. Decidió coger un tren, pero no como cura a una enfermedad, sino por amor. Pero esta vez no bajaría en cada parada, iría directa a esa “Ciudad Prohibida” que te agarraba recelosa, que trataba de engatusarte con todas sus armas haciéndote pensar que así eras feliz y sin embargo sintiendo que tu herida jamás cerraba. Alhama bajó del tren y se encaró a ella.


 “No pretendía robártelo! No has entendido nada! Tan sólo quería mostrárselo al mundo entero. Quién mejor que tu hijo predilecto para llevar tu esencia a todos los rincones? Debías estar orgullosa y no recelosa! Su pelo lleva tu color; su piel huele a azahar; sabe hacer de algo pequeño lo más grande; el agua de tu río corre por sus venas; y sus pasos…suenan a flamenco.

Dejemos ya esta Guerra…él jamás será más mío que tuyo porque él ES parte de ti…

Déjame llenar mi vida de vuestros colores; déjame salpicarme con vuestra fragancia; déjame hacer grande lo más pequeño; déjame beber de vuestro río; y déjame…escuchar vuestro flamenco acompañándome por las calles…”

Con una reverencia y con la cabeza gacha, las calles tomaron distancia suficiente para que su pequeño cuerpo pasara por sus entrañas. Ahora sus pasos se retrasaban tan solo por el nublado de sus lágrimas y el nudo de su garganta. Al fin se convirtió en merecedora de su respeto. El viento susurró por los huecos de sus ladrillos “Alhama, ese nudo que te aprieta fuerte no es más que lo que necesitabas para poder pertenecer a nuestra ciudad…ahora nos comprendes…ahora nos sientes. Ahora mis calles son tus calles. Puedes respirar profundo y embriagarte de una sensación de Paz? El olor a Azahar tapa cualquier otro? Sientes que mis estrechas calles se abren para dejarte paso? Oyes la música de una guitara por mis rincones? Ahora si…ahora me sientes…ahora mis calles son tus calles…”

Y lo entendí todo…no me iba a regalar a uno de sus hijos predilectos sin aprender antes a entender su esencia, sin aprender a cuidarle y a entender lo que él sacrificaba por mi…la importancia de lo que allí dejaba. Ahora lo entendía todo.

“Por qué no me lo dijiste simplemente, en lugar de tanto dolor?” Pregunté.
“ Por qué no tenías que saberlo…tenías que sentirlo” susurraron sus calles…

No fue culpa del lugar…fue culpa del momento…
Era un día 13, prendas amarillas, y él y su pelo cobrizo…estaba segura de que sí, saldría algo bueno de esa historia! Que se puede bailar descalza a mi edad; que se puede recorrer el mundo en coche; que se puede volver a hablar con la inocencia de un niño; que los cielos de color morado existen y yo los he visto; que un extraño mes de Enero los termómetros llegaron a marcar 30º;  que los pic-nics se pueden hacer entre cuatro paredes;  que puedes coger una maleta sin saber tu destino; que los 7 de Septiembre…ya son algo más que letras de canciones;






Que todo esto existe en… “ La Ciudad Prohibida”

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